A finales del siglo XIX, Milán era un vibrante centro de actividad social y cultural y Cella ofrecía todo lo necesario para satisfacer las nuevas necesidades estéticas, incluyendo jabones, perfumes, lacas para el cabello y brillantina.
El afeitado se convirtió en un importante evento social, las barberías eran lugares de rituales e interacción social.
Los maestros jaboneros de Cella se propusieron mejora el proceso hasta conseguir un producto de máxima calidad. Este proceso único de fabricación de jabón es el resultado de la dedicación y el esfuerzo por alcanzar la excelencia.
Cella recibió una medalla de oro en la exposición universal de Milán de 1906 y la Gran Cruz por sus logros industriales en 1908: Cella Milano se había convertido en una empresa líder en el mundo de la perfumería y el afeitado.
